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ECO Y NARCISO EN LA MITOLOGÍA GRIEGA
La historia de Eco y Narciso es uno de los relatos más perdurables de la mitología griega, y la historia de amor propio y amor no correspondido se ha contado y adaptado a lo largo de cientos de años.
El eco en la mitología griega | Anuncio en Amazon |
Eco era una ninfa de las Oreidas del monte Citerón, en Beocia, cuyos padres nunca se conocen con certeza, pero que fue educada en la música por las Musas Jóvenes. Hermosa por derecho propio, Eco fue perseguida tanto por Apolo como por Pan, pero rehuyó sus avances, y aunque Zeus no persiguió a Eco, se sirvió de la ninfa de la montaña, pues mientras Zeus hacía de las suyas con otras ninfas, Eco hablaba durante horas con Hera, distrayendo a la diosa de las indiscreciones de Zeus. Hera acabaría reconociendo el papel que estaba desempeñando Eco en posibilitar los asuntos de su marido, y así Hera maldijo a Eco de tal modo que ya no tenía voz propia, y la ninfa sólo era capaz de repetir las palabras de los demás. | Impresión de Alexandre Cabanel en Amazon |
Narciso en la mitología griega
Narciso era un apuesto joven de la ciudad de Tespias, en Beocia, y generalmente se le consideraba hijo del potamoi Cefiso y de la oceánide Liriope, aunque ocasionalmente se le nombraba como hijo de Endimión y Selene. Cuando aún era un niño, el vidente ciego Tiresias hizo una profecía según la cual Narciso sólo tendría una larga vida mientras no "se conociera a sí mismo", aunque el significado de esto no está del todo claro. Podría traducirse como que Narciso no debía mirarse a sí mismo, lo que encaja con la caída de Narciso, pero también podría interpretarse como que Narciso debía permanecer humilde. Narciso crecería hasta convertirse en uno de los más bellos mortales, con una belleza equiparable a la de Endymion Adonis o Hyacinthus. Ver también: Eetion en la mitología griegaNarciso se convertiría en cazador de ciervos, pero su belleza le granjeó muchos admiradores, tanto hombres como mujeres, mortales e inmortales. | Narciso - Adolf Joseph Grass (1813-1902) - PD-art-100 |
La historia de Eco y Narciso
Una de las admiradoras de Narciso era Eco, ya que, tras ser maldecida por Hera, la Oreíada había vagado por Beocia y se había fijado en el joven Narciso mientras cazaba, enamorándose inmediatamente de él. Sin voz propia, Eco no podía llamar a Narciso, pero finalmente el tespio intuye que le están vigilando y le llama. Eco no puede responder a la pregunta "¿quién está ahí?" y sólo puede repetir las palabras de Narciso. |
Sin embargo, Eco sale de su escondite y se encuentra cara a cara con Narciso, incapaz de amar a nadie más que a sí mismo, que la rechaza cruelmente.
Eco huyó de nuevo a los bosques de la montaña y se desvaneció dejando sólo los restos de su voz.
Eco y Narciso - John William Waterhouse (1849-1917) - PD-art-100Narciso y Ameinias
Eco no fue más que uno de los amantes despreciados, pues también se cuenta la historia del rechazo de Ameinias, un frágil joven que también se había enamorado de Narciso pero que también fue despreciado. Ameinias se tomaría el rechazo tan mal como se podía tomar, y el joven se suicidaría en la puerta de la casa de Narciso, matándose con una espada que le había regalado Narciso.
Algunos dicen que fue Ameinias quien invocó la venganza de los dioses contra Narciso, mientras que otros dicen que fue una de la multitud de ninfas rechazadas que rezaron a los dioses.
La muerte de NarcisoEn cualquier caso, Némesis, la diosa griega de la Retribución, escuchó las palabras y observó el insensible rechazo de los demás por parte de Narciso, e intervino. Cuando Narciso se acercó a un estanque de Tespias para beber de sus aguas, el joven vio su propio reflejo en el estanque y se enamoró de él. Narciso no pudo conseguir el objeto del que se había enamorado, al igual que tantos pretendientes de Narciso habían sido rechazados. Narciso moriría de pena junto al estanque, a pesar de las súplicas de la Náyades y dríadas que habían observado a Narciso consumirse. Las ninfas construyeron una pira funeraria para Narciso, pero cuando fueron a depositar en ella el cuerpo del apuesto joven, no pudieron encontrarlo, pues lo único que quedaba era una flor, la flor de Narciso. En una versión alternativa de la muerte de Narciso, el joven tespio reconoce el amor no correspondido que siente por su propio reflejo, y ahora, brutalmente consciente del dolor y el sufrimiento que ha causado a tantos, Narciso cae sobre su propia espada, como había hecho Ameinias. Ver también: Deianira en la mitología griega |